domingo, 14 de diciembre de 2008

Ronde van Vlaanderen


La primavera se cierne amenazadora, húmeda y gris sobre las carreteras de Flandes. En la cabeza del pelotón se suceden los intentos por colocarse en la posición más ventajosa antes de llegar al muro. Dos mil quinientos metros de largo, pendiente media del 3%, pendiente máxima del 11%, desnivel de ochenta y nueve metros, piensan los ciclistas, enjutos, fibrosos, ajenos al frío y con la mente ocupada tan sólo por el próximo reto: el Oude Kwaremont. Sólo hay lugar para la determinación en el pensamiento de estos héroes del Tour de Flandes.

De complexión sebácea, edad provecta, sueldo paupérrimo, expectativas situadas dentro del horizonte de acontecimientos de un agujero negro y cuyos trigicéridos contemplan desde arriba las graciosas trayectorias de los satélites meteorológicos, a éste que saluda al mundo en su primer post, su mente le habla en un oscuro dialecto largo tiempo atrás descatalogado por la Unesco, siendo capaz, como presumen los maoríes, de creer en una cosa y en su contrario con la misma intensidad.

Hola, mundo.