domingo, 21 de junio de 2009

Celsius


Celsius Imperator, ése es el dueño y señor de esta región. El Corredor del Henares es un sitio notablemente llano, y notablemente caluroso. Llevo dos semanas aquí, entre Alcalá y Azuqueca, ambos de Henares, y el mundo que me rodea está compuesto, a partes iguales, de trabajo duro y calor, mucho calor. Echo un poco de menos subidas interminables, umbrías misteriosas, el rumor del agua y el aire, tan a menudo cortante, de mi Montseny. Sin embargo, aquí disfruto de largas, interminables rectas, del abrazo tibio del aire, de la luz. Una luz clara, cristalina, sin esa calima tan mediterránea. Tengo que acostumbrarme de nuevo a rodar,a aguantar largos ratos a ritmo constante. Incluso Dama Blanca ha empezado a cambiar. Tiene el manillar más bajo, permitiendo una postura más acoplada, más apropiada para rodar, y está pidiendo a gritos unas cubiertas más rodadoras.

Mis rodillas piden también a gritos que entrene más a menudo, que pierda peso. Qué novedad, el mirar hacia delante, en vez de comprobar que los ladrillos de las paredes de mi autoimpuesta cárcel están intactos, ordenados, todos en su sitio, ordenados, regulares. Ahora hay horizonte, ausencia de límites... y una necesidad imperiosa de moverme, de salir, de subir a esos cerros que hay al este y ver más lanos, más horizontes.

El futuro ya no es una rotonda, en la que se entra pero no se sale, sino una carretera con pocas curvas y pendientes moderadas, donde luce una luz intensa, donde el aire abrasa cuando te pasas un poco más de las once de la mañana. Estoy deseando que llegue el frío del invierno, pues eso supondrá que he superado mi nuevo bautismo, y que no me siento un extraño rodeado de gente extraña.

Celsius Imperator es, en cierto modo, un aliado. Ave.

viernes, 12 de junio de 2009

Mañana

Mañana es sábado, el primer sábado en un lugar nuevo, tantas opcones delante que lo más probable es que no haga nada. Mañana es un día para explorar un nuevo entorno, es un día para relajarse después de una semana cargada de tensiones. Mañana será un día con más de cuarenta grados de temperatura pero, extrañamente, no me ahogo en sudor. El calor me acaricia como una promesa, tiendo a ver una nueva luz, unas nuevas personas, como un nuevo comienzo, más que como el fin de una etapa anterior. No es cuestión de optimismo, sino de supervivencia. En la vida que dejo atrás he anulado casi completamente mi personalidad, he reducido la existencia a un mero esperar al día siguiente como un eslabón de una cadena de la que no veo ni su inicio ni su fin, sino un eslabón exactamente igual al anterior.
Carmen, me gustaría que estuvieses aquí, me gustaría ver cómo te han cambiado los años, me gustaría decirte que, por fin, existe una vida más allá de nuestro adiós, me gustaría tanto mirar atrás y poder decir que siento que he pasado página, que ya no intento negarte, que eres una parte más de mí, con los aciertos y errores que cometí, que uso tu recuerdo (por fin, recuerdo y no obsesión) como palanca para romper las paredes de una cárcel que yo solito (fíjate tú, sin ayuda de nadie) edifiqué.
Cerca del centro histórico de Alcalá de Henares (lejísimos de una ciudad tres veces inmortal) un hombre más viejo, y sin embargo, más nuevo, piensa en mañana no como un hoy mantenido, sino como algo diferente.
Habiéndolo perdido todo, soy más rico que nunca, pues tengo un tesoro escondido en un cofre: una cadena rota. Diciéndote definitivamente adiós, estás más cerca de mí que nunca.
Tengo que aprender a ser libre, mañana será la primera lección.