domingo, 11 de enero de 2009

Nieve


Después de toda una semana rodeado por la nieve (es decir, ha nevado en todas partes menos en mi ciudad, parece) se me apetecía salir a dar una vuelta. En principio debería haber sido una ruta circular (y llana, of course) por la N-II, pero ha terminado en una kilometrada de dos horas y media, cincuenta kilómetros en total, disfrutando en la segunda mitad de la salida de unas impresionantes vistas de un Montseny parcialmente nevado. Una imprudencia temeraria, dado mi inexistente estado de forma, ridículo fondo físico, ínfima capacidad pulmonar, exuberantes adiposidades y nula habilidad técnica con la bici. Pero Bach tuvo la culpa de todo. Bueno, no toda, tambien tuvo mucho que ver el frío.

El invierno te permite llevar un MP3 de incógnito, bajo la braga que te llega hasta las orejas, cargado de un giga de belleza. Amaneció con una fría y limpia luz, reflejos brillantes en todos lados, humedad chorreante en las calles, bajando hacia la carretera por el carril-bici, suavidad en la blanca montura, frío bajo la armadura del Caballero Negro (tanto el maillot como el culotte son negros). Destacaba por su falta de coherencia con la quietud de la mañana y una cierta calidad crujiente del aire la banda sonora de la película Hamlet (versión 1964, compuesta por Dmitry Shostakovich), pero al menos pronto iba a entrar en calor, la cuesta abajo se terminada y empezaba el llano...no por llano menos difícil. Mover una bicicleta de montaña de catorce kilos, bajo una montaña de ciclista de ### kilos, a una velocidad tal que permita mantener una media no risible de 20 km/h, no es nada fácil, al menos hay que reconocer el mérito que tiene.
Me pasé la primera hora distrutando de la luz (extraño, iba disfrutando, en lugar de estar sufriendo por el dolor de rodillas, y el dolor de algunas otras partes anexas al sillín), purísima como el cristal. Doce horas de viento norte lo limpian todo, y seis de lluvia lo aclaran. Pero a la altura de Pineda de Mar fui abducido por la misa en si menor de Bach, y en vez de volver tras dar la vuelta a la rotonda que hay frente al bingo de Calella. No me di cuenta de que me había pasado tres pueblos (exactamente, tres) hasta haber llegado a Tordera, lugar desde el que se puede empezar a disfrutar de la vista de mi montaña, el Montseny.

Lamadita a casa ("recógeme en la riera de Arbucies, en el campo de aviación"), beberme buena parte del agua que me había traído, y abandonarme en Bach, que me decía "todo esta bien", "todo está en orden". Un extraño documental, sólo paisaje y música, y algunos episodios sueltos de alejamiento, de ausencia de pensamiento. No había inquietudes, ni preocupaciones, ni fatiga, ni dolor, sólo una carretera en la que estaba porque sí, todo consistía, an aquellas ocasiones, en estar.

Qué peligro, qué falsa promesa, la nada. Como me comentó mi amiga Amparo, "¿qué hay después del nirvana? Seguir fregando y barriendo". Pero no se friega de la misma manera después. Tienes algo único a lo que agarrarte. Tienes algo a lo que agarrarte. Tienes algo.

2 comentarios:

  1. Qué gozada de post... da la casualidad de que conozco el lugar ya que visito a menudo Santa Coloma de Farnes y alguna que otra escapada he hecho.

    Un saludo y a ponerse en forma

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  2. Te has desanimado a escribir? Qué pena.

    Te dejo un beso

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