viernes, 14 de agosto de 2009

Más de un mes / un mes después


Hace más de un mes dejé de escribir en este blog. Hace más de un mes comencé a derribar el muro que construí a mi alrededor. Hace más de un mes, y haciendo un esfuerzo que ni yo mismo me creo haber podido hacer, confié en otras personas. Hace más de un mes salí a perseguir lo que, en definitiva se demostró, resultó ser una quimera que yo mismo había contribuido a dar forma. Hace más de un mes creí haber sido redimido, que podía reintegrarme (mejor dicho, integrarme, nunca lo he estado, eso de integrado) a la humanidad.


Hace más de un mes pensaba que el esfuerzo duro tendría alguna recompensa, hace más de un mes comenzaba a atreverme a hacer una cosa extraña: hacer proyectos de futuro. Hace más de un mes pensaba que dejar a otras personas mirar en mi interior podría serme beneficioso, o, al menos, que induciría a otras personas a pensar que no necesitaban dañarme.


Hace más de un mes me dejé deslumbrar, hace más de un mes comencé a ser crédulo. Un mes después he perdido mi inocencia. Un mes después he dejado de perder, sencillamente porque ya no me queda nada, ni el amargo regusto del rencor.


Un mes después me encuentro rebuscando por el suelo los trozos que quedan de mí, sin saber cuántos trozos hay ni de qué tamaño son, ni de cómo encajan los unos con los otros. Un mes después lamento la soberbia con que pensé que podría anticipar un comportamiento extraño, conociendo como conozco el lado oscuro de las cosas y de las personas antes que el lado claro. Un mes después, yo que creía estar curtido de toda clase de sufrimiento, lamento la infantilidad con la que he actuado, lamento el quijotismo absurdo con el que me he dejado conducir.


Un mes después me aferro a la esperanza de que sólo me queda subir, pues es imposible caer más bajo. Un mes después contemplo la tormenta que se desata con violencia sobre Guadalajara, sin saber qué estoy mirando. Simplemente miro, sin pensar. Un mes después me siento cansado y viejo, sin proyecto, otra vez en la rutina de esperar que mañana no sea aún peor que hoy, otra vez sin querer mirar más allá del plazo de un día.


Un mes después descubro que el desengaño es el único maestro del que me puedo fiar, que el fracaso es lo único que tiene carácter de certeza en este universo. Un mes después el olor de la tierra mojada por la lluvia es lo único que me consuela, pues significa que no todo está muerto.


No quiero pensar en cómo serán las cosas dentro de más de un mes. No quiero pensar.

1 comentario:

  1. Es escalofriante tu relato, es desesperanza en estado puro, y es pura literatura. Menos mal que dejas entre ver que hay todavía esperanza y vida en una brizna de hierva.

    Qué pasó con Dama blanca?

    Un beso

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